Autor: Maribel Giraldo Isaza
Hemos naturalizado algunas condiciones laborales. Creemos que son inherentes a nuestros trabajos, y por tanto tenemos que aprender a vivir con ellas. Las jornadas extendidas, las altas demandas, los malos tratos, la baja autonomía, las tareas monótonas, las pocas posibilidades de aprender y desarrollarse, son sólo algunos escenarios a los que se ven expuestos muchísimos trabajadores en el mundo. Todos estos constituyen factores de riesgo para nuestra salud y bienestar, y potencian la presencia de estrés. Es nuestra reacción a las condiciones, es adaptativa, pero cuando nos exponemos continuamente a situaciones adversas tal reacción comienza a ser desfavorable y a hacernos daño. El estrés entonces NO es el RIESGO, es la consecuencia.
Se ha encontrado que el estrés crónico y el cortisol, la hormona que produce, pueden deteriorar nuestros cerebros. Cambia su tamaño, estructura y funcionamiento. En exceso, el cortisol encoge el cerebro, perdiendo conexiones entre las neuronas, y disminuyendo la corteza prefrontal, reguladora de la concentración, la toma de decisiones y la interacción social. Predisponiéndonos también a la ansiedad, la depresión y otras enfermedades. Incluso llega a nuestros genes transmitiendo la sensibilidad al estrés a futuras generaciones.
Cada uno de nosotros puede hacer algunas cosas para evitar que todo esto suceda. Sin embargo, la responsabilidad por cambiar las condiciones del trabajo recae en manos de las organizaciones. Nadie que esté expuesto permanentemente a situaciones adversas durante su vida laboral podrá abstraerse de las consecuencias negativas del estrés.
http://revista.cincel.com.co/cincel/index.php/RPO/issue/view/24
http://ed.ted.com/lessons/how-stress-affects-your-brain-madhumita-murgia