Blog

Reconocimiento. Más que aplausos y felicitaciones.

Autor: Alejandro Sanín Posada

Lee las cinco historias que siguen y cuando acabes cada una pregúntate ¿Me ha pasado? ¿Qué sentí? Si no te ha pasado ¿Qué crees que sentirías?

H1: Alguien pasa al frente tuyo, te mira a los ojos, se detiene un momento, frunce el ceño como queriendo recordar quién eres. Tú haces lo mismo. Ninguno lo logra.

H2: No hay nadie cerca de ti, nadie te observa, nadie te escucha, nadie sabe siquiera lo que estás haciendo. Justo en ese momento logras algo muy difícil que no vas a poder repetir, pero no quedó grabado y no hay manera de demostrar que lo hiciste. Nadie te creerá.

H3: Te encuentras con personas que hace tiempo no ves. Todos se saludan por sus nombres o apodos, alguien se acerca y te llama por un nombre que no es el tuyo.

H4: Hace meses tuviste una gran idea. Fue tan buena que todos hablan de ella. ¡Tan buena! que generó cambios muy positivos e importantes en tu entorno. En un evento donde todos los impactados están reunidos alguien pide un aplauso por la persona que dio esa tan buena idea. Cuando dice el nombre de esa persona: No es el tuyo.

H5: Llegas a una oficina, saludas. Nadie te responde.

Algunas personas no sienten nada cuando les ha sucedido lo anterior. Sin embargo, a la mayoría esos eventos les genera o rabia, o tristeza, o desazón. En todos los casos algo de malestar ¿Qué hay en común en todas estas historias y porque producen eso?

La respuesta: Falta Reconocimiento. Y noten que no estamos hablando de felicitaciones, salvo en una de las historias. Hay una idea errada acerca de que reconocer es felicitar, aplaudir en público, celebrar logros. Pero eso son solo actos de reconocimiento, reconocer es otra cosa y es algo sumamente importante, pero ¿Por qué?

Para responder esa pregunta aclaremos algo antes: En las organizaciones necesitamos que las personas hagan bien su trabajo y se sientan bien haciéndolo. Para lo primero se gestiona el desempeño, para lo segundo el bienestar. Y se diseñan y ejecutan muchas estrategias que pretenden impactar el uno, el otro o ambos. Resulta que reconocer a las personas tiene la capacidad de impactar tanto el desempeño como el bienestar de manera significativa. Se debe a que el reconocimiento motiva y la motivación predice el desempeño. También a que aumenta las emociones positivas, el disfrute del trabajo y la sensación de que le importamos al mundo y todo eso genera bienestar y felicidad en el trabajo.

El reconocimiento es una necesidad psicológica básica, porque afirma nuestra existencia. Cuando las demás personas me ven y saben quién soy, cuando no me ignoran, cuando saben mi nombre y me llaman por él, cuando saben qué hice (bien o mal) y me lo hacen saber, están diciendo que existo. Eso me da un lugar en el mundo y me hace sentir parte de algo. Cuando no me ven, cuando no me reconocen, cuando no importa lo que hice o no hice, es como si me estuvieran excluyendo del mundo, lo que inconscientemente nos lleva a poner en duda la importancia de nuestra existencia. Sí. Así de trascendental es el reconocimiento, ya que cuando nos reconocen se aumenta nuestra sensación de sentido, de que lo que hacemos vale la pena.

¿Has escuchado discusiones en las que alguien se queja y dice: me tratas “como si yo no existiera”? A eso se refiere la falta de reconocimiento, a esa sensación de no existir para las demás personas, a la de que lo que hacemos no vale la pena.

¿Notas entonces lo problemático y grave que es que en una organización las personas se quejen de que no son reconocidas? Y luego nos preguntamos ¿Por qué la gente rota tan rápido? ¿Por qué no están dando su mayor esfuerzo? ¿Por qué se fueron a ganar menos que acá? Y la respuesta es fácil: Si no me reconocen es que no hago parte, si no hago parte es no estoy y si no estoy, pues no me quedo.

Ahora bien, por fortuna muchas organizaciones han entendido la importancia que tiene el reconocimiento y sus efectos y llevan ya mucho tiempo trabajando por mejorar esto. Lo desafortunado es que en muchas de ellas creen que reconocer es aplaudir, felicitar, exhibir a alguien en un evento público, entregar un premio o una recompensa. Pero el reconocimiento va más allá y hay mecanismos más básicos y poderosos. A continuación, algunos de ellos:

Ver al otro. Cuando alguien ya no existe lo dejamos de ver, y nuestro cerebro interpretar lo mismo cuando sucede al revés, es decir, cuando dejamos de ver a alguien esa persona va dejando de existir. El fenómeno se llama “fuera de la vista, fuera de la mente”. Y explica porque las personas que vemos con menor frecuencia van bajando en la jerarquía de nuestros afectos. Claro que eso no pasa con todas las personas, pero sí con la mayoría.

Saludar. Es la afirmación de que hemos visto al otro. Una afirmación de su existencia y de la importancia que le damos a la misma. Por eso la gente percibe tan agresivos los actos de no responder un saludo y dejar una mano estirada.

Llamar al otro por el nombre que quiere ser llamado: Nuestro nombre es un mecanismo que nos ofrece identidad y singularidad. Todo lo que existe tiene un nombre. Sin nombre, de nuevo, se amenaza nuestra existencia. Por esta razón en todas las culturas hay rituales religiosos o legales alrededor de que a uno se le dé un nombre. Registramos nuestro nombre para señalar que hemos empezado a existir.

Observar lo que el otro hace (y hacerle ver que lo vimos): SI nadie ve lo que hago, o lo ignora, está sugiriendo con eso que lo que hago no es tan importante, no tiene tanto sentido. Piensen por ejemplo en esa presentación que alguien nos puso a hacer y que luego de varias semanas o meses nadie ha revisado ni visto. Seguro nos empezamos a preguntar si sí valía la pena hacerla. El sentido que damos a nuestro trabajo está atravesado por el hecho de que los demás lo vean, lo usen, lo discutan, los impacte. Si nada de eso sucede, ese sentido se pierde.

Agradecer: Es tal vez una de las formas más poderosas de reconocimiento. Es un comportamiento simple que encierra un gran beneficio. Señala que he sido visto, que lo que hice valió la pena, eso dota de sentido mi trabajo. Agradecer tienen un beneficio adicional: la persona que agradece y lo hace como hábito incrementa sus niveles de felicidad.  Se deba a que cuando agradecemos nos damos cuenta que han pasado cosas positivas, y que alguien ha dedicado su tiempo y trabajo en algo que para nosotros importa, de alguna manera es como si en el acto de agradecer también estuviéramos reconociéndonos a nosotros mismos.

Ahora ¿De donde viene el reconocimiento que más efectos positivos crea en nosotros? La ciencia nos ha dicho que de las figuras de autoridad, de quienes admiramos, de las expertas y de nuestros seres queridos. Y para que funcione bien debemos obtenerlo espontáneamente y no tener que pedirlo. Si se avala con algo tangible mejor (que no tiene que ser una recompensa, puede ser un apretón de manos, un aplauso, un saludo especial).

Vámonos con esta claridad: El reconocimiento es una necesidad humana no un deseo.

Compartir en